Su posición geográfica, oculta por la Punta Carolles, hizo de Granville un punto estratégico de ataque, sobre todo para los británicos que invadieron el Monte Saint-Michel durante la Guerra de los Cien Años. Tras la guerra, los granvilleños tomaron posesión de los locales gracias al apoyo del rey de Francia, Carlos VII, que concedió a los habitantes derechos de mercado y exención de impuestos, promoviendo así el desarrollo económico local.
Los primeros pescadores de bacalao de Terranova se armaron en el siglo XVI. La Grande Pêche empezó en Mardi Gras. Marineros y familias estaban de fiesta para disfrutar de los últimos momentos antes de los largos meses de separación. Así nació la tradición del carnaval de Granville que continúa hasta nuestros días.
El derecho de corso, es decir, de atacar barcos enemigos y conquistar propiedades, concedido en el siglo XVI por el rey de Francia, convirtió a Granville en el principal rival de San Malo. 15 corsarios famosos, como Georges-René Pléville Le Pelley, cuya estatua domina el puerto, marcaron como Granville y bautizaron “La Cité Corsaire”. Paralelamente, gracias a los Bisquines, se desarrolló la pesca de ostras al pie del caballo en la bahía del Monte Saint-Michel. Con la Revolución Industrial, Granville se abre a París y se convierte en el primer centro turístico costero del departamento, lugar de salud, fiesta y vida social. Esta época está marcada por la instalación, en las alturas del llano de Gousset, de la familia Christian Dior en el pueblo llamado “Rhumbs”, en referencia a las 32 divisiones de la rosa de los vientos, que hoy alberga un museo dedicado al modisto, rodeado de un parque y una rosaleda con vistas al mar, también es la cuna del Casino de Granville, inaugurado en 1911.