Un lugar mitológico, sin duda: se dice que de las aguas de Cerigo (o Citera) nació nada menos que la diosa del amor y la belleza, Afrodita. Pero también un lugar de paz, absolutamente intocado por el turismo, una isla donde aún predomina la naturaleza y se pueden admirar destellos de la Grecia tradicional.

Situada justo al sur de la península del Peloponeso, la isla se extiende a caballo entre los mares Jónico y Egeo y es fácilmente accesible en barco. Por esta razón, en siglos pasados fue un objetivo favorito de los piratas y un puesto avanzado de guerra. La aproximación a Cerigo no presenta problemas particulares, sólo se requiere cierto cuidado en caso de fuertes corrientes (pero como en todas partes, al fin y al cabo).

La historia de Cerigo es, cuando menos, turbulenta, y esto es lo que la hace única: normandos, otomanos, bizantinos, venecianos e ingleses se turnaron para dominar este pequeño paraíso natural, dejando amplias huellas de ello en la arquitectura.

Así, hoy en Cerigo puedes admirar y visitar fortalezas venecianas, monumentos bizantinos, iglesias rurales y pueblos pintorescos y característicos, alejados de la estandarización y “tipificación” de los lugares con gran vocación turística. Todo ello inmerso en una naturaleza a veces agreste, caracterizada por relieves montañosos y vegetación anclada.
Ni que decir tiene que si buscas mar y playas para morirse, las encontrarás en Cerigo.

Sin embargo, la isla no es rica en amarres para el navegante. Más bien al contrario. El único puerto digno de mención para los navegantes es el de Kapsali, en el extremo sur de la isla. Sin embargo, Kapsali presenta problemas: en primer lugar, está completamente abierto al sur, y en caso de vientos fuertes de este cuadrante es inútil intentarlo, el amarre no aguanta.
Los fuertes vientos del oeste también son un problema, ya que se forman corrientes insidiosas. Sin embargo, el puerto ofrece refugio contra el meltemi, y eso ya es algo. Sin embargo, apenas hay corriente en él; el amarre no corre peligro con vientos flojos, pero quizá la experiencia no sea la más agradable.

El fondo marino de arenas y algas, con el añadido de algunas rocas aquí y allá, no es muy buen guardián: en vista de lo que se ha dicho sobre los vientos, comprueba muy bien el amarre y hazlo con bastante frecuencia. Las instalaciones portuarias se limitan a unos pocos muelles y un pequeño rompeolas; aquí es donde amarras, lateralmente es la mejor opción si hay espacio, debido a las corrientes antes mencionadas. Las profundidades no son emocionantes y en algunos lugares alcanzan casi un metro; ten cuidado con algunos bancos de arena en la parte norte de la dársena de los puertos.

En cuanto a servicios, no hay muchos, pero hay que decir que casi hay más que en otros puertos mucho más grandes y conocidos: al menos se puede encontrar agua y combustible, que se entregan directamente en el puerto si se solicita, pregunta a los guardacostas (+30 2736 311 164). No hay agua potable en el muelle. En el pueblo hay tabernas y supermercados (pequeños).

Hay otras opciones para fondear en la isla, como alternativa a este pequeño puerto. La primera está en la costa este, cerca de la nueva terminal de transbordadores de Diakofti (antes la única terminal estaba en Kapsali). La terminal está situada en la pequeña isla de Makronisi, frente al pueblo de Diakofti, y aquí puedes echar el ancla hacia el norte; el abrigo desde el sur y el suroeste es excelente, desde el meltemi… casi nulo. El fondo es arenoso y se agarra bastante bien.

Un poco más al sur, todavía en la costa este, está la estrecha bahía de Ayios Nikolaos, que tiene un pequeño puerto pero sólo para barcos de pescadores. Sin embargo, la bahía de arena que hay al oeste ofrece un buen refugio de los vientos del oeste. En el pueblo encontrarás tabernas y nada más.

Por último, también en la costa este está Ayia Pelagia, un diminuto puerto que ofrece algunos lugares (tal vez, si puedes encontrarlos), pero que sufre las fuertes corrientes del suroeste y del sur.