Pequeño y pintoresco: así es, en pocas palabras, el pequeño puerto de laisla de Hidra, un paraíso natural del Peloponeso caracterizado por la peculiaridad de carecer de carreteras y coches, salvo los de los bomberos y el basurero.

Ni que decir tiene que Hidra, también en virtud de su situación central en una zona marítima muy concurrida -Atenas está muy cerca, las islas e islotes que la rodean son todos destinos de itinerarios turísticos de barcos de diverso tonelaje-, es un puerto muy, muy concurrido. Hay que evitarlo cuando hace buen tiempo, y punto. Si realmente no puedes prescindir de parar allí una noche, es muy recomendable ir de lunes a jueves y llegar estrictamente antes de las 16.00 horas, de lo contrario el fracaso está asegurado.

Llegar a Hidra, en cambio, no supone ningún problema. El acceso a la pequeña ensenada natural en cuyo fondo se encuentra el puerto es fácil y no presenta dificultades. Las dificultades, podemos decir, vienen después, cuando hay que buscar un lugar para amarrar.

En Hidra no hay puertos deportivos ni gestores de amarres, el amarre es libre, controlado por la policía portuaria, que cobra una tasa turística simbólica; ten cuidado porque la policía comprueba y pone multas con mucho gusto, así que es una práctica pedir al personal de la policía confirmación de que tu amarre es correcto, evitando así sorpresas desagradables.

En temporada media (hasta finales de primavera, para ser exactos), el amarre no es un gran problema y se puede encontrar puertos en el muelle sur o en la parte interior del rompeolas.
El muelle este está reservado a los transbordadores, pero entemporada alta no es raro ver barcos amarrados incluso en tercera fila. Vigila también, en verano, los espacios reservados a los barcos taxi y los amarres para pescadores.

Otros dos peligros potenciales con los que hay que tener cuidado son las numerosas rocas cercanas al rompeolas y la molesta ola larga que puede formarse con vientos fuertes del norte y noroeste: en este último caso, se recomienda fondear en otro lugar (ver más abajo).

No está permitidofondear libremente en la bahía, debido a una evidente falta de espacio. Además, fuera del rompeolas, la profundidad desciende inmediatamente a más de veinte metros.

La “salvación” para los que realmente quieren parar en Hdyra son los fondeaderos alternativos, casi todos ellos servidos por los taxis-barcos de los puertos de la ciudad que transportan a la gente a la ciudad. La amplia bahía de Mandraki es la más cercana y cómoda, a menos de una milla al este de los puertos; se fondea en un fondo marino de 3 a 6 metros de profundidad compuesto por arena, barro y algas, pero está expuesto a los vientos del norte. Prácticamente lo mismo ocurre con Vikhos, otro punto de anclaje cubierto por el servicio de taxis, que, sin embargo, está situado al oeste.

También al oeste de Hidra, pero más alejada, está la bahía de Molos, con buen fondo y una profundidad de 3 a 5 metros. No hay servicio de taxi.

Volviendo al puerto de Hidra, por desgracia casi no hay servicios dignos de mención. No es posible repostar, no hay electricidad en el muelle, hayagua, sin embargo, pero en pequeñas cantidades y en temporada baja y media. Hay material náutico a la venta en las tiendas del pueblo, pero sólo para pescadores.

Por otra parte, no faltan tabernas, bares y restaurantes, así como pequeños supermercados donde aprovisionarse. Tampoco en el aspecto turístico hay nada de qué decepcionarse: Hydra merece sin duda una visita, aunque sólo sea por su pintoresco ambiente, por la vista que ofrece el pequeño puerto y por su fama debida a que en la inmediata posguerra fue elegida por muchos artistas como “buen retiro” creativo, y no sólo.
La isla tiene unos 3.000 habitantes y en su mayor parte está deshabitada y sigue siendo salvaje; las mercancías aún se transportan a menudo en mula. Merece la pena dar un paseo en barco alrededor de la isla por las fascinantes vistas.